La microbiota está presente en todo nuestro cuerpo y la idea antigua de que los microorganismos son dañinos para nuestra salud, ya ha sido dejada de lado a la luz de los conocimientos actuales.
Los microorganismos predominantes y de mayor influencia sobre la salud del ser humano son las bacterias. Existe mayor número de bacterias que células en nuestro cuerpo. Se encuentran principalmente en el intestino grueso, con más de 1000 especies distintas y suponiendo entre 1 a 2 kg de nuestro peso corporal.
Se sabe que la presencia de la microbiota en nuestro tubo digestivo tiene efectos positivos siempre y cuando haya cantidad y diversidad de especies beneficiosas, debido a que cumple múltiples funciones. Por citar algunas, produce energía y vitaminas, ayuda a la absorción del calcio y el hierro, evita el sobre crecimiento de microorganismos con potencial patógeno y es clave para el desarrollo y modulación del sistema inmunológico.
Distintas investigaciones han demostrado que la alteración de la armonía y la proporción entre las distintas cepas de microorganismos conocida como disbiosis, puede vincularse con muchas enfermedades, no sólo digestivas, sino también inmunológicas, inflamatorias, alérgicas y neurológicas.
Si bien existen muchos factores, como por ejemplo si recibimos leche materna o fórmula al nacer, con que frecuencia consumimos antibióticos, entre otros, la dieta es un elemento clave para modular negativa o positivamente nuestra microbiota intestinal.
Los alimentos aportan distintas materias primas que pueden ser fermentadas o metabolizados por los microorganismos, por lo que de la selección de dichos alimentos, depende nuestra salud intestinal y nuestra salud en general. Las sociedades industrializadas, por la calidad de su alimentación, tienen un predominio del género Bacteroides, y esto se asocia a una mayor susceptibilidad de desarrollar enfermedad cardiovascular.
Cuando la alimentación es excesiva en productos procesados y ultraprocesados, ricos en almidones, azúcares, grasas, sodio y aditivos alimentarios como colorantes, saborizantes o conservantes, genera una disminución en la diversidad microbiana y como consecuencia, un aumento del riesgo de aparición de enfermedades crónicas no transmisibles como son la obesidad, la hipertensión, la diabetes mellitus y el cáncer.
Una dieta amigable que mejore el perfil de la microbiota, incluye una gran variedad de alimentos y preparaciones artesanales, orgánicos y caseros. Debe incluir adecuada cantidad de alimentos de origen vegetal y de fibra dietética a base de frutas, verduras, cereales integrales y legumbres, además de proteínas y grasas de buena calidad. Esto es fundamental para la restauración de una microbiota con mayor diversidad y con capacidad para prevenir enfermedades asociadas a la disbiosis.
Autor: Lic. Laura Joy
Magíster en Nutrición Humana
PRG1212412